Honrar honra, sentenció José Martí. Honrado uno se siente al referirse a una mujer que en su devenir histórico ha logrado acumular toneladas de información procesada que la certifican como propietaria de un enorme capital intelectual que es inversamente proporcional a la masa corporal que lo soporta. Nos referimos a una dama especial de base cultural tan amplia como la playa atlántica que la vio nacer y crecer, que responde al nombre de Carmen Imbert Brugal. El destino ha querido que vivamos separados, aunque teniendo como barrera geográfica común la loma Isabel de Torres.
A través de la magia literaria hemos podido vivir juntos desde la otra orilla caribeña, para darle riendas sueltas al pensamiento, utilizando como vehículo su bella y entretenida novela Sueños de salitre. Más que una novela, he saboreado en ella un ensayo sociológico que incluye recuerdos del ayer mezclados con duras realidades de hoy. La técnica del relato y los actores escogidos ha tenido el embrujo de remontarme a finales de la década de los cincuenta en la ciudad de Puerto Plata. Personajes tales como Daniel, Luisa, Alfonso y Tina son los que arman el laberinto de una época que aterriza en el presente y esboza algo futurista.
Entremos a la perfumería Imbert Brugal para olfatear muestras de algunas de sus esencias: “La campesina amable, experta en disimular cualquier emoción, plegada a las ataduras construidas para sobrevivir, se transformó con el pueblo.
La pavimentación de las calles, la inauguración del acueducto, los motores hiriendo el silencio, la instalación del semáforo, las pizzerías, las discotecas, la heladería, le enseñaron otra manera de estar viva… El hijo preso, la hija muerta, el hijo abusado, la otra emigrante. Daniel como esperanza y alegría, pero sin infancia, ahíto de libertad…Alfonso tuvo padres de catálogo, propios de la época y de su clase. El papá, proveedor, adúltero, barrigón y cariñoso. Trataba de ignorar los desmanes de un régimen que agonizaba.
Amante de la buena vida, sumido en sus negocios, buscaba el éxito sin reparar en sutilezas éticas. Aprovechó los retos de la transición política y de la apertura posterior al tiranicidio, apegándose al gobierno que impuso la estabilidad, a sangre y fuego durante doce años…Escasa utilidad tenía aprender las hazañas de Luperón, las anécdotas de Lilís, el origen del parque “regalado”.
Las autoridades desatendían la escasez de agua, la acumulación de basura, la inseguridad, el ornato, la preservación de la decencia ciudadana… El pueblo se caía a pedazos pero el ruido de la ilusión impedía percibir el descalabro”. La escritora al igual que quien suscribe coinciden en el gusto por el género musical del bolero romántico: “Aunque estemos separados nunca el olvido vendrá, Tina, porque lo nuestro es tan grande que ni la distancia nos puede separar. Yo no cerré la puerta detrás de ti para que no volvieras y no voy a escribir nuestra historia con tinta sangre del corazón”.
No me importa ni cómo, ni cuando, pero siempre en tus novelas. Gracias a mi eterna jueza, favorita comunicadora y aquilatada mujer de principios inquebrantables porque me ha hecho revivir un dulce y hermoso pasado provinciano con sus sueños de salitre.
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