Puerto Plata, debe apostar al transporte público masivo

Los nacidos en los años 80 y hacia atrás recordarán el uso común de las rutas de las "guaguas", ya sea para hacer diligencias en el centro de la ciudad, para ir a la escuela los más jóvenes, o recordarán algún viaje a la playa de Marapica. Era lo normal para los estudiantes de La Reforma o el José Dubeaoux llegar en guagua, ya que la mayoría regresaba a sus hogares a pie, pero incluso para los estudiantes de los colegios del centro de la ciudad, como el Adventista, Mary Litthgow o el San Felipe, llegar o regresar a sus hogares en las guaguas era lo propio. También era común ver algunos turistas que se hospedaban en Playa Dorada bajar a la ciudad en las guaguas. Estaban las rutas A, B y C. Todavía a mediados de los 90, el servicio de motoconchos no estaba tan diseminado.


Se avecina el 2024, un año para elegir nuevas autoridades municipales, y uno de los retos de las gestiones municipales pasadas y la actual fue regular el tránsito, que cada vez se vuelve más insostenible. El servicio de transporte público de Puerto Plata es el motoconcho, que en lugar de desmotivar su uso, desde la alcaldía pasada y actual lo han "regulado y normalizado", olvidando que los accidentes de tránsito son de mayor riesgo cuando ocurren en motocicletas. El incremento de estos está creando una mayor congestión del tránsito en las vías principales. Al ser un servicio que no está fiscalizado ni bajo control de la ciudad, es propicio para la práctica de actos fuera de la ley, como, por ejemplo, motoristas indocumentados o no capacitados dando el servicio o realizar cobros excesivos. Además, se puede agregar la contaminación ambiental y acústica a la que han sometido a la ciudad, y sumarle la mala imagen que se le da al gran número de visitantes extranjeros y nacionales que vienen a Puerto Plata y ven en el motoconcho un transporte inseguro y poco confiable.


Puerto Plata debe apostar al futuro con un sistema de transporte público masivo y eficiente, con autobuses o minibuses en buen estado. Esto puede ser desarrollado de manera escalonada, con una primera línea que recorra la Ruta C actual que va desde y hacia Cofresí-Muñoz, con paradas específicas como Zona Franca-UASD, Costambar-Javillar, San Marcos, Teleférico, UTESA- Entrada al Muelle, Javilla, Villa Progreso, Padres Las Casas, entre otras. Una segunda línea que parte desde Muñoz hacia las Av. Luis Ginebra, 12 de Julio, Av. Caamaño, Javilla, Manolo T. Justo, Entrada al Muelle, Antigua Vía Férrea y regrese por la Calle Beller, Av. Luis Ginebra y termine nuevamente en Muñoz. Las paradas deben estar señalizadas, y la frecuencia de los autobuses no debe exceder los 10 minutos de espera. Para esto, se debe establecer un centro de control de tráfico para monitorear y coordinar el flujo de los vehículos, asegurando una operación eficiente, así como incorporar la tecnología de información, como aplicaciones móviles y sistemas de pago electrónico. Esto debe ser gestionado desde la alcaldía, con el apoyo del gobierno central, las entidades reguladoras del tránsito terrestre y, de ser necesario, la participación del sector privado.


Los motoconchos no van a desaparecer, pero su uso debe ser limitado. No es justo que la primera inversión de un joven cuando inicia su primer empleo sea comprarse una pasola o un motor, porque su gasto en pasaje es muy alto. Esa motocicleta se suma al parque vehicular de la ciudad, aumentando más el caos del tránsito. No es justo que las familias carguen con el excesivo pago de transporte mensual para enviar a sus hijos a la escuela, al instituto de inglés o al INFOTEP, donde muchas veces los padres no pueden enviar a sus hijos a estos centros de estudios que, a pesar de ser hasta gratuitos, no pueden ser aprovechados por no disponer de un transporte accesible y seguro. La ciudad se debe pensar para quienes viven en ella, no solo para quienes la visitan por algunas horas o días. A pesar de ese gran flujo de visitantes, no todo debe ser abordado desde la perspectiva de ciudad crucerista. Una de las premisas del Turismo Sostenible es poder satisfacer las necesidades actuales y futuras de las comunidades anfitrionas, que, al final de cuentas, son las dueñas de los patrimonios culturales y naturales que están siendo aprovechados por la industria turística, donde los beneficios económicos que se generan han de ser invertidos en obras de desarrollo social. El transporte público es una de ellas. 


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