Puerto Plata: Una gastronomía artesanal con historia

Agustina Almonte viuda Lantigua nunca se imaginó que una idea expresada por el profesor Juan Bosch en su campaña política iba a ser el inicio de una microempresa de dulces artesanales elaborados por ella misma. 

Nos cuenta que el profesor Bosch había expresado que una mujer podía mantener a su familia haciendo dulces y doña Agustina materializó esa idea con dos botellas de leche, cuando su esposo, el periodista Epifanio Lantigua, se fue a vivir en 1973 a Estados Unidos por la situación política del país.

Con la venta del dulce, principalmente el de leche, mantuvo a sus hijos Denis y Edgar. Luego regresó Epifanio en noviembre del 1977 para estar más cerca de su familia y se reintegró al periódico Listín Diario, hasta su muerte en agosto de 1998.

“Aunque dentro de los dulces preferidos están el de coco con leche y el de leche, este último requiere más tiempo de elaboración, es más complicado si tú no tienes la experiencia, ya que si te incomodas no cuaja”, expresa. Agrega que sus clientes compran también el de coco con batata, coco con piña, guayaba, leche cortada, mermelada de guayaba, lechosa con piña, leche con maní, jagua y cajuil.

Poco a poco el negocio se ha extendido con otros productos como los pastelitos, quipes, bolas de plátanos maduros, bolas de yuca, arepitas de maíz, además del “yoniquey” y el pan de maíz, que son legado de los inmigrantes ingleses que se establecieron aquí. Por supuesto, estos alimentos se acompañan con los jugos que también elaboran, como el de cereza, piña, melón, guayaba, limón, carambola y de uvas playa cuando es la temporada.
Al calor de los fogones



La familia Lantigua Almonte vive, desde hace más de 30 años, en una vieja casona alquilada, revestida de claveaux (clavó) del año 1900, ubicada en la calle José del Carmen Ariza número 11, al  lado de la Clínica Brugal. Al preguntarle si recibe muchos turistas nos expresó que “el problema es que con la remodelación del centro histórico no permiten que los clientes estacionen en esta calle, como antes ocurría, y esta situación nos ha hecho mucho daño, pero nuestros clientes son tan buenos que llegan como quiera”.

Doña Agustina habla en voz baja, despacio, es su temperamento. Su sonrisa está en sus diminutos ojos que descubren su mirada. Son más de cuatro décadas en estos menesteres y con el paso de los años y el calor de los anafes  su rostro luce cansado, aunque siempre está vigilante de todo lo que acontece en el negocio, cuya responsabilidad la comparte con Edgar, que se encarga además de supervisar a los nueve empleados y la terminación de los productos.

A la llegada del Crucero Boheme en 1969, Puerto Plata tuvo un repunte en su economía, donde hubo muchas fuentes de trabajo, entre otros aspectos, pero algunas costumbres se fueron transformando, sin embargo la gastronomía artesanal, producto de la tradición oral, se ha mantenido y es uno de los factores vinculados al turismo.

El pan inglés de la familia Gilbert Mckennzy, los famosos quipes Bojos, los helados de coco y tamarindo de la familia Martínez, las galletas de doña Julia, los dulces de las hermanas Cruz (Chicha y Muma), entre otros,  son atractivos que deben tomarse en cuenta para realizar una ruta gastronómica con identidad.



Edgar Lantigua Almonte
Al preguntarle al periodista Edgar Lantigua, hijo menor del matrimonio Lantigua-Almonte, qué se podría hacer para que este tipo de producto gastronómico nativo esté enlazado al turismo, nos expresó que “hay que hacer una labor de promoción e incluirlo en la ruta de los autobuses y taxistas, visitando los lugares donde se elaboran esos productos tradicionales, como el dulce local, para que conozcan el proceso y al mismo tiempo adquirir  los productos”.

Señaló que “el Ministerio de Turismo debe hacer un esfuerzo para que se promueva este tipo de iniciativa. En este momento hay un relanzamiento real, un crecimiento importante en las llegadas por vía aérea y marítima que indiscutiblemente tiene presencia en la ciudad, pero para hacer eso sostenible y que se beneficie toda la población siempre hace falta un mayor esfuerzo por integrar a los artesanos y a la gente que elabora productos a nivel local en ese proceso y que las demandas sean más efectivas en los diferentes sectores de la población, que no sea solamente en dos o tres negocios donde se concentre toda la operación”.

“Para hacer esto hace falta un mayor esfuerzo, una mayor integración para que todo el mundo tenga la oportunidad de ofrecer sus bienes, sus servicios, lo que produce, aunque sea una parte de los turistas que semanalmente visitan Puerto Plata”.


Propuesta: una ruta gastronómica

Lo que falta ahora es que se programen rutas para que los turistas locales y extranjeros puedan conocer, disfrutar y llevarse los productos artesanales nativos, ampliándose la ruta a las comunidades aledañas para incluir, por ejemplo, el queso Geo de la familia Heinsen, la boruga Capellán en la comunidad de Cangrejo, Sosúa; la boruga Balbuena: quesos y dulces en La Gran Parada; el queso de hoja en la carretera Imbert-Luperón; Chocolala y Chocal en Altamira; y el bombón de melao de Altamira, cuya fórmula de elaboración tiene más de cien años y no ha variado.

Testimonio de la autora
A la primera que vi vendiendo dulce de leche en Puerto Plata fue a mi abuela Virginia Castillo “Minina”, a partir del año 1963. Recuerdo que lo hacía en su casa de la calle 12 de Julio en un caldero grande y lo meneaba con una paleta de madera. Recorría las calles de la ciudad vendiendo la tabla de este dulce de leche pura a 30 centavos, en un envase profundo de aluminio y envuelto en papel encerado. Ya cansada de vender, con unos 80 años, le pasó la receta a mi madre “doña Ena”, que aunque no salía a las calles a pregonar el producto la gente lo compraba por encargo, incluso para llevárselo a la Capital.


Mientras mamá lo elaboraba, en un caldero de cobre, veía cómo la paciencia se apoderaba de ella hasta que comenzaba el punto de cuajar la leche, que era más delicado porque con cualquier “malasangre” el proceso se iba a pique. Lo que más esperábamos era la “paila” para raspar el residuo de ese sabor exquisito que nos peleábamos mi hermana Carmen y yo.

Luego, a principios de los 70, mi cuñada Marcela Eguren de Pérez se convierte en la sucesora de esta receta de familia, empoderándose de forma tal que no se sabía cuál de las tres había elaborado este postre.

La creadora de los sabrosos “Dulces Agustina” es Agustina Almonte, llamada “la reina del dulce de leche”. 

El matrimonio Lantigua Almonte y Edgar Lantigua.

Fuente: https://www.listindiario.com/la-vida/2017/09/29/484349/puerto-plata-una-gastronomia-artesanal-con-historia 

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