Puerto Plata definitivamente, no es Punta Cana

RESULTA INEVITABLE. Es cosa de decir República Dominicana para que la gran mayoría piense inmediatamente en Punta Cana. Pero la isla del Caribe es mucho más que este destino masivo, donde la cultura resort y el sistema all inclusive mandan. Y aunque en estas mismas páginas hemos escrito de Samaná o de Bayahibe, como alternativas menos visitadas, ninguna de estas tiene las características de Puerto Plata y sus playas vecinas: Sosúa y Cabarete.
Puerto Plata no es nuevo. Un día como hoy, 11 de enero, pero de 1493, Colón llegó a sus costas y la bautizó como Puerto de Plata, pero sólo tres años más tarde su hermano Bartolomé fundó el pueblo. No era la primera vez que el navegante pasaba por acá. En esta misma provincia están los restos del primer asentamiento europeo en el continente: La Isabela sería el primer lugar a que llegaron las carabelas en 1492.
Actualmente, Puerto Plata es la tercera ciudad más grande de la isla, con más de 300.000 habitantes, pero hasta hace algunos años, tal vez debido a que nos quedaba bastante a trasmano, a los chilenos nos sonaba poco y nada. Ubicada en la parte norte del país, llegar hasta acá implicaba un largo esfuerzo por tierra desde Santo Domingo. Sin embargo, desde hace poco tiempo, una conexión directa desde Ciudad de Panamá a Santiago de los Caballeros nos acerca a esta parte del Atlántico (menos de dos horas por una atractiva ruta asfaltada).
Para los que gustan de las comparaciones, sepa que aquí no encontrará ese mar turquesa de Bávaro o Punta Cana, sino que uno verdoso o más oscuro, pero igual de tibio; que las arenas no son como talco, sino más amarillas o grisáceas, pero igual de finas. Que sí verá cocoteros y mucho verde. Buenos hoteles como en el Caribe dominicano, pero con mayor variedad: desde residenciales baratas a cinco estrellas con todo incluido pero, por sobre cualquier otra diferencia, en Puerto Plata encontrará el sabor y ritmo auténtico de los isleños. Puerto Plata tiene turismo, pero no fue levantada por ni para éste. Si en Punta Cana uno pasa gran parte de la estadía en el hotel, con actividades al interior de los resorts, aquí, aunque tiene la opción de hacerlo si quiere, la mayoría de los visitantes mezcla. Sale de excursión, va al centro de la ciudad, a un show nocturno, a un bar playero donde en vez del éxito del verano oirá bachata local. Y, como los dominicanos son extravertidos y amables, lo más probable es que le pregunten de dónde viene, que qué le ha parecido su país o si subieron al teleférico del cerro Isabel de Torres, desde donde se aprecia toda la ciudad, o si ya nadó con delfines en el Ocean World.
“Puerto Plata y Punta Cana son completamente diferentes, este último es un destino mucho más familiar, mientras Puerto Plata tiene muchas más vida nocturna fuera del hotel”. Lo dice Gonzalo Caballero, country manager de Viajes Turaser, empresa que ha apostado por este destino y que, asegura, la demanda de chilenos por viajar hasta allá crecerá este año en un 47%, debido a las acciones promocionales que desarrollan en conjunto con las autoridades locales.
Conocida como la Costa del Ambar por sus reservas de esta piedra semipreciosa, los casi 100 kilómetros de playas que hay en la zona atraen principalmente a surfistas, jóvenes y viajeros primerizos, pero con alma fiestera y que buscan vacaciones más activas. Varios prefieren quedarse en Puerto Plata por su infraestructura de ciudad importante. Aquí hay una buena oferta de hoteles y resorts, especialmente en torno a la llamada Playa Dorada, que fue el primer complejo turístico de República Dominicana. Levantado en los años 80, es una especie de condominio con 16 hoteles, en su mayoría de capitales españoles, un estupendo campo de golf y un centro comercial. Aquí están el Barceló, Occidental, VH Gran Ventana, Grand Paradise, BlueBay, entre otros. Muy cerca están el Iberostar, Riu y el BeLive.
¿Qué hacer en la ciudad? Imposible perderse el Ocean World, que es parque de aventuras, marina y casino. Un centro de entretenimiento que fue el sueño del empresario alemán Ludwing Meister y que ofrece la oportunidad de tocar y nadar con delfines, jugar con lobos marinos, alimentar tiburones y manta rayas o hacer snorkeling en una enorme piscina con corales y peces de colores. También hay aves tropicales exóticas y otras especies. Por las noches, el moderno casino de juegos no sólo abre sus mesas, máquinas tragamonedas y restaurante, sino que además presenta “Bravíssimo”, un espectáculo al estilo Las Vegas con más de 30 bailarines y cantantes.
Recorrer el centro de la ciudad, con sus casitas victorianas de fines del siglo XIX muy bien conservadas, es un imperdible, tal como caminar por su malecón, una costanera de seis kilómetros siempre llena de vida, muy similar a la de Santo Domingo y al final de la que se ubica el fuerte de San Felipe.
Puerto Plata también es la cuna de Brugal, el ron más famoso de la isla. Fundado por el catalán Andrés Brugal a comienzos del siglo XIX, su fábrica ofrece visitas guidas y, cómo no, catas.
Y para tener una panorámica de la urbe y el mar, lo mejor es subir al teleférico, a más de 800 metros. Arriba, un Cristo redentor -a imagen y semejanza del de Río de Janeiro- domina el escenario.
Una curiosidad que llamó nuestra atención y que después veríamos en otros sitios de República Dominicana son los llamados car wash. Esos típicos sitios donde se lavan autos con máquinas automáticas y rodillos, aquí son el epicentro del carrete local. Una vez que cae el calor, jóvenes y no tanto, acuden a diferentes car wash a beber ron y cervezas, oír música que ponen en los mismos autos y compartir con los amigos. El fiestón puede durar hasta cerca del amanecer.
Yendo hacia el este, pero a escasos kilómetros están los pueblitos de Sosúa y Cabarete. El primero es una villa bastante turística. Se nota apenas al entrar, por la gran cantidad de tiendas orientadas al viajero, pero todo a pequeña escala, sin grandes dimensiones. Hoteles,b&b, arriendo de equipos de snorkeling y buceo, tablas de surf y windsurf, ropa outdoor y muchos restaurantes y bares. El pueblo tiene un significado histórico muy claro: fue aquí donde se instalaron muchas familias judías -alemanas y austríacas- que huyeron de la Segunda Guerra Mundial y que fueron acogidas por el gobierno dominicano.
Sus aguas, de colores intensos, y sus arrecifes coralinos albergan una gran variedad de especies marinas y son ideales para el buceo. Cerca de la playa, en una larga calle de tierra, decenas de tiendas de artesanías y souvenirs atraen turistas día y noche.
Algo más allá, Cabarete es paraíso surfer y su sello juvenil se percibe en las calles y en la playa, franqueada por una contundente oferta de restaurantes y bares con sus mesas en terrazas o simplemente sobre la arena. También cuenta con numerosos apart hoteles y b&b a buenos precios, muchos de ellos a cargo de extranjeros que se enamoraron del lugar, de una isleña y echaron aquí raíces. Por lo mismo, es común ver pequeños de rulos morenos y ojos claros, o rubias de piel oscura, mezclas culturales y de razas que llaman la atención del visitante.
Su playa, abierta y ventosa, está catalogada como una de las 10 mejores para la práctica del windsurf y del kitesurf, lo que habla también del alma de este sitio. Si Cabarete de día luce apacible y hasta casi lento; en las noches prende con ganas. Sus locales nocturnos se llenan de vida, la música se oye por todas partes y las risas repletan cada espacio. Acá casi ningún visitante se queda en su hotel.
Definitivamente, esto no es Punta Cana.

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